CANCIONES PARA PEQUEÑAS REIVINDICACIONES
Contra el abandono de animales. Por la supresión del uso indiscriminado de plásticos. Por la igualdad salarial… Hay muchas grandes reivindicaciones, y muchas organizaciones que se encargan de dirigirlas.
Desde hoy me pretendo erigir como abanderado de aquellas más pequeñas. Que creo que también merecen ser tenidas en cuenta para poder hacer más agradable el día a día de muchos seres humanos insignificantes como yo.
Anoche iba de nuevo a ver a ese ser al que idolatro, tal vez de manera desmedida, desde el 13 de abril de 2012 que le vi por primera vez en La Riviera. Y que atiende al nombre de Leiva.
Era mi enésimo concierto suyo. Y como en cualquiera de ellos mis ganas de disfrutar eran máximas. A pesar de ese calor que, si hace que el común de la gente se aplatane, yo me convierta en un ser semi humano. Que ni siente ni padece, y se arrastra por la vida como un pelele (según su primera acepción de la RAE).
Me gustaría aclarar que soy bastante talibán a la hora de no hacer fotos o vídeos de los conciertos, porque me gusta disfrutarlos a mí manera con todos los sentidos de los que disponga ese día –que no siempre son todos– sin ninguna distracción. Pero respeto a todos aquellos que los hacen si ello significa guardar un trocito de lo vivido. Como diría mi madre «democracia y libertad» (hola, mamá). Y mientras no me impidan a mí vivir mi propia democracia y libertad, adelante con la operación.
Pero vamos a ver, si el director de orquesta de aquello –en el caso de ayer El Elegido, pero se podría aplicar a otros tantos artistas que lo dicen– te pide encarecidamente que se guarde silencio y se respete la canción que para él le define como persona mucho mejor que cualquier cosa que pudiese decir sobre si mismo. So gilipollas, respétale y no abras la boca. Que digo que si has ido a verle y has pagado una entrada, es que algo te gusta. Y por lo tanto le guardas cierta consideración.
Los que me conocéis, sabéis lo que me gusta cantar. Canto todo lo que me sé, y depende del momento incluso hasta aquello que no me sé. No te digo nada si la canción a cantar es «Vis a vis«. Una fuerza irrefrenable sale de mi estómago hacia mi garganta. Desde mi corazón hacia mi garganta. Desde la más recóndita célula de mi cuerpo hacía mi garganta. Pero si el autor e interprete de la misma me dice que me calle, me callo.
Doy por hecho que lo pide por algo y no por capricho. Me imagino que él sabrá algo que los demás desconocemos que hace que ese tema sea más especial si se escucha en silencio (en ninguno de los otros 20 temas hace esa petición, así que eso la va a convertir en algo fuera de lo normal). Por lo tanto no hace falta que pongas tú la guinda cantando, mameluco.
Ya sé que te sabes Vis a vis (que en el caso de ser fan de Leiva, es como decir que te sabes tu nombre y tus apellidos), pero si el propio Lei sigue sin saber como introducir el acordeón de Pop en la canción para hacerla mejor, fíjate la necesidad que hay de incluir tus gorgoritos de Florence Foster Jenkins.
Sí, ya sé que has pagado la entrada y tienes derecho a hacer lo que te dé la gana, pero como dijo mi amiga Zayda, «Y yo. Pero para ver a Leiva. No para aguantar a gilipollas como tú».
¡BRAVO!
Así que si no somos capaces de conseguir que una parte de un auditorio guarde silencio durante unos minutos a petición expresa del artistas, por una falta galopante de respeto y educación, haceos una idea de lo que va a costar erradicar el abandono de animales, el uso indiscriminado de plásticos o la desigualdad salarial…
Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.
P.D.: a pesar de lo que pueda parecer, disfruté como un enano de nuevo de un conciertazo intenso. Y además, confirmé algo que ya intuía. «Como si fueras a morir mañana» es un pelotazo de proporciones importantes.
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