CITIUS. ALTIUS. FORTIUS

CITIUS. ALTIUS. FORTIUS

CITIUS. ALTIUS. FORTIUS

“Citius, altius, fortius”
Lema que pronunció el Barón Pierre de Coubertin durante los primeros Juegos Olímpicos de la Era Moderna.

Bueno, pues yo voy a usar otro para mis particulares Juegos.
“Menos gordius”
(si alguien quiere hacerla la locución latina correcta, encantado la usaré de ahora en adelante)

Porque sí, efectivamente, otro año más Jota cantando en el Primavera Sound he empezado un nuevo periodo de control abdominal –principalmente–. También llamado “Dieta de los coj…“, de cara al verano (todavía no sé muy bien de qué año).
O no, mejor de cara al otoño, para hacerlo más especial y crear un poco de caos (al igual que haré el día que vaya a la Plaza de España de Sevilla, y me haga la consabida foto en el banco de Albacete, a pesar de llevar la palabra Valladolid impresa en mi cara –y en mis náuticos Camper–).

Qué suplicio, madre mía, año tras año, tras año; para que luego te dure el slim fit dos chiringuitos y tres restaurantes a pie de playa con sus consabidas jarras de sangría y 10 ó 12 cañas que te has metido entre pecho y espalda antes para refrescarte de “este calor pegajoso” que hace.

Para estar bellos hay que sufrir.
Sí, sufrir. Y pasar hambre y sed. Y sudar mucho y pasar calor, y tener que ir a correr cuando no te apetece, y no probar bebidas carbonatadas, ni el alcohol, ni dulces, ni pan. ¡¡¡NI PAN!!!!
Vamos, que lo llamaron “Operación Bikini” como lo podían haber llamado “Suicidio Asistido mediante privaciones“.

¿Realmente merece la pena?
Voy a decir, sin que me lo tengáis muy en cuenta porque con el hambre que estoy pasando no estoy muy seguro de lo que digo, que sí.
Y digo que sí, porque desde que hago esta vida más saludable, veo la vida de otra manera. O sea, borrosa.
Así que para lo que hay que ver la mayoría del tiempo, ver las cosas borrosas es lo mejor que nos puede pasar.

Aunque ahora que lo pienso, para ver la vida borrosa, con no comprar nunca más lentillas, lo tendría solucionado, y no tendría que pasar por este infierno en vida. Pero dado la suerte que tengo, si quisiese hacer esto, seguro que se me curaba la miopía y el astigmatismo como si me hubiese impuesto sus manos sanadoras nuestro Señor Jesucristo.
Vamos, que me tengo que fastidiar sí o sí.

Y es que luego hay gente por el mundo que come como Carpanta y están más finos que Olivia, la novia de Popeye.
Y encima van, y te lo dicen:
“Pues yo, por más que coma, no engordo nada”.

Pero mal paridos, no me lo digáis, ¡carallo!
Inventaos una historia para por lo menos hacedme creer que después de comer como si fuese la última voluntad de un reo, os tenéis que subir 124 veces las escaleras mecánicas que había en el pabellón de Japón en la Expo ’92 (hale, id a mirar cuáles eran), con el sentido de la marcha al revés.

En fin… En cuanto acabe de escribir esto, me voy a calzar ropa deportiva –consistente en un calzón que puede que sea de cuando al running le llamaban correr,  y una de esas camisetas de cualquiera de las bebidas que han causado ese perímetro abdominal saliente (ironías de la vida)–. Y me voy a hacer unas sentadillas, una hora de bici mientras veo alguna serie en la TV, y a usar una rueda que se supone que sirve para fortalecer brazos, espaldas y abdomen. Y que ya verás como acaba siendo algo que use para reposar los pies mientras veo la tele tiradazo en el sillón.
¿Apostamos?

 

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

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