EL PISÍN
Hace sol, y unos amigos me han propuesto ir a su casa, que tiene una estupenda terraza.
¿Por qué no?
Soy amigo del invierno y del frío, pero no desaprovecho una oportunidad así. Y nunca está de más bajar un grado mi tonalidad de blanco.
Eso sí, ha sido llegar al piso, una enorme nube ha decidido que estoy mejor blanco nuclear, y se ha interpuesto entre el sol y nosotros.
Tendrá que ser así…
Y es que las cosas son como son y no se puede luchar contra los elementos.
Además, uno, que es apañado, ha pensado que el ordenador, que en un principio venía para ser fuente musical, puede ser usado para escribir un post dedicado al llamado «Pisín» que me da cobijo.
Y es que, a pesar de los años, un centro de reunión, logístico y neurálgico, siempre viene bien.
Vale para todo. Desde parada técnica hasta restaurante improvisado. Pasando por sala de juego, solarium o cueva para los domingos.
Porque no todos tenemos mujer e hijos. Y por lo tanto a nuestro cargo sólo tenemos a los amigos a los que cuidar, mimar y dar caprichos.
Y en este caso son los propietarios del mismo los que me cuidan y miman.
Si los americanos tienen la casa del árbol, los españoles tenemos pisos de soltero. La fama de disfrutones no se consigue a base de fiestas con medias noches, sino que hay que prender un poco más de fuego al día a día.
¿Normas para acceder a él?
Pues primero, ser respetuoso con los vecinos, que una cosa es vivir con intensidad, y otra ser un bárbaro.
Y segundo, tener ganas de hacer eso que tan en desuso está, que no es otra cosa que socializar cara a cara –lo cual, después de llevar practicándolo muchos años, es estupendo y altamente gratificante–.
No hace falta más.
Aunque los dueños valoran algunas otras cosas como que el invitado no sea considerado el que sólo pide tabaco y se bebe las cervezas que hay en la nevera. Compartir es vivir, pero tampoco es plan convertirse en proveedor oficial de los canallas de la ciudad.
También, y es algo que puntúa alto, se valora colaborar en aumentar el círculo social existente de cada uno de los presentes.
Si a «la mujer de mi vida» hay que conocerla en un museo o una biblioteca, no está de más, mientras esto sucede, tantear otros campos y escenarios. Y qué mejor que un pequeño club social como éste, para hacerlo.
Joven Lázaro, Pablega, Pepu, Xisco, Cuchi (y allegados), gracias por haber creado este oasis de hedonismo en pleno centro de, como dice el señor Gellida, «Valladolid, Capital del Universo».
Besos para ellas y una abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.
P.D.: Marina, Paty, María, Blanca, Paloma, Paula, Cristina, Mínguez y Loreto, son un ejemplo de aumento de círculo social. Un placer conoceros ayer.
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