LA VERBENA DEL SANJO

LA VERBENA DEL SANJO

LA VERBENA DEL SANJO

Hoy es 19 de marzo. Para muchos, el Día del Padre.

Para los que todavía no tenemos esa dicha, y que además fuimos al Sanjo, siempre será el día grande de las fiestas patronales del colegio.
Y además, puntualizando, siempre será el día en que se celebraba la mejor fiesta del mundo… ¡¡LA VERBENA!!

Realmente desconozco si se sigue celebrando. Aunque me imagino –y espero– que sí.
Y si no se hiciese, pido desde este humilde púlpito, que se retome ese grandísimo homenaje a la pérdida de la vergüenza entre adolescentes.
Porque una verbena era eso. Una de las primeras pruebas a las que se enfrentaba uno a la hora de perder la vergüenza ante sus iguales del sexo opuesto.

Todavía recuerdo, unos días antes de la que fue mi primera verbena, cuando Don Manuel Sánchez Cisneros, «El Manolo» para el resto del mundo, me dijo algo parecido a: «Cuánto mejor sería organizar alguna actividad deportiva, en vez de una verbena en la que al final están, por un lado los chicos, y por otro las chicas. Cual pavos y pavas».

En aquella época yo era lo que, se podría decir si existiese esa categoría, del grupo de los deportistas de mi generación (no hace falta que os descojonéis pensando en lo que me convertí después). Por lo que pensó que sería de los que apoyase su causa a la hora de pedir cambiar un evento social por uno deportivo.
Pero uno, que en el fondo sabía que iba a acabar siendo un crápula, no le prestó la más mínima atención a aquellas palabras. Fuera de retenerlas en mi mente, sin querer, con la idea de usarlas un día como el de hoy para escribirlas en un post.

Mientras me las decía, en el momento que de su boca salió la palabra «verbena», mi mente empezó a viajar. A viajar como si fuese llevada por el peyote más puro, a un mundo en el que me vi, en aquel magnifico Patio de las Columnas engalanado para la ocasión, rodeado de las más bellas mujeres procedentes de los mejores colegios de los alrededores.
En un tiempo en el que salir de «fiesta» era casi una entelequia, aquella verbena era uno de los eventos anuales a los que había que asistir. Incluso, como fue mi caso, sin tener ni siquiera la edad correspondiente que marcaban los estatutos –todavía estaba en 8º de EGB, y para poder ir tenías que ser «de los mayores» y estar por lo menos en 1º de BUP–.
Pero como en esta vida muchas veces es mejor ser amigo del portero que del presidente del gobierno, allá que nos fuimos mis amigos y yo.

De lo que pasó después, tampoco estoy muy seguro, porque la idealización de las cosas puede que me impida recordar fehacientemente la situación real.

Pero más o menos os podría contar que allí estaban tocando Servicio de Limpieza (gracias Mariete por el apunte). El mejor grupo estudiantil del momento, del que tomé buena nota para formar años más tarde el mío propio, The Indians.
Que toda la bebida que corría para saciar la sed de adolescentes desatados eran refrescos,  sangría preparada por Eusebio –del que debería haber una estatua en algún lugar del colegio por habernos aguantado a generaciones y generaciones de vándalos–, y si tenías contactos, alguna que otra cerveza de estraperlo.
Y sí, era más probable que, como bien me apuntó «El Manolo» días antes, estuviésemos los chicos llenos de testosterona por un lado, y las chicas, entre pasotas y expectantes, por otro.

Pero aquel era el primer, y obligatorio, paso por el que había que pasar. Para conseguir reducir la inabarcable distancia que había en aquellos años, entre uno mismo y la chica que te gustaba. O por lo menos, intentarlo.
Además estoy seguro que más de uno recuerda haber dado su primer beso en un día como éste que os estoy relatando. Y eso es algo que se recuerda por muchos años que pasen.

Por lo tanto, larga vida a La Verbena del Sanjo!!!

 

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis

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