MANUAL DE UN BUEN GUARDIAN

MANUAL DE UN BUEN GUARDIAN

Estaba el otro día en el hospital cuidando de mi mami (cuya “puesta a punto” ha sido completamente satisfactoria, por cierto), cuando me pongo a ojear una revista de moda de esas molonas, que son más gordas que el Almanaque de Agromán que le mandaban a mi padre cada año. Y llego a una página donde estaba él, sentado de espaldas , seguro que esperando a alguna de las mujeres de su vida que varias veces nos ha descrito en sus relatos.
Sí, señores. Allí estaba El Guardian.

Me imagino (sé, de hecho) que miles y miles de féminas han escrito sobre usted –permítanme, queridos amigos, que a partir de este momento, en este post, le hable a él directamente, en una especie de epístola–. Pero de lo que no estoy tan seguro es que lo hayan hecho muchos hombres.
En parte, seguro que a causa de ese gen que llevamos fuertemente arraigado, y que nos hace querer ser siempre el macho alfa. Lo cual muchas veces hace que no reivindiquemos ninguna figura masculina, aparte de la nuestra, por miedo a que nos pueda hacer sombra, o nos deje en un segundo plano.
Pero una cosa le quiero decir, eso, a mi entender, es un signo de debilidad. Así que no tengo ningún miedo a lanzarle loas y alabanzas.
Y además, son loas y alabanzas, para mí, muy merecidas. Porque me gusta mucho lo que escribe, y sobre todo, cómo lo escribe.

Como gran parte de los que le conocemos, le descubrimos gracias a que alguna amiga compartió uno de sus post  de Manual de un buen vividor, a través de las redes sociales que nos rodean (y sí, digo amiga, porque volvemos al tema del gen. Y a que a nosotros nos cuesta compartir más que a un egoísta). Así que desde aquí, a quién me lo descubriese, gracias.

Y si le soy sincero, no me atrajo su “Holden Caulfield“, como muchos dicen afirmar que fue lo que les llamó la atención, sino la foto de Cary Grant. Para mí uno de los grandes, y el “tío” con más clase que se ha visto en una pantalla .

Alguien que admira a Cary Grant, es una persona que lo que cuente me va a gustar –me dije.

Y efectivamente, según fui leyendo sus relatos, me enganché cada vez más a las historias que contaba –perdóneme si ahora mismo no soy capaz de recordar ninguna en concreto, pero es que desde 1998, más o menos, no retengo absolutamente nada. Me he vuelto un auténtico pez que vive el momento presente, y lo paladea de manera instantánea–.
Pero sí, hablaba de mujeres, y me gustaba lo que decía de ellas. Hablaba de música, y me gustaba lo que escuchaba. Si lo hacía de moda, me gustaban, valga la redundancia, sus gustos. Hablaba de fútbol,  y el Real Madrid era el único protagonista posible. En definitiva, hablaba de una vida que a mí me gustaba vivir de de la misma manera.
Eso sí, yo la ginebra para el vermut. Los gin tonics se los dejo a usted todos, que soy más de whisky.

Me han dicho que muchas veces es usted previsible. Que siempre habla de cosas estereotipadas y sin ninguna originalidad (cosas con las que no estoy de acuerdo, dicho sea de paso).
Dos cosas voy a decir al respecto.
La primera, es que me gustaría que muchos de estos” gafotas” intelectuales, demostrasen su sapiencia y su dominio de las leyes de la modernidad sin Google abierto. Y la segunda, hay gente que de tan moderna que es, no ha disfrutado nunca de las cosas maravillosas y geniales que ya han sido descubiertas con anterioridad.

Por lo tanto, simplemente decirle que me alegró poderle leer en papel de verdad; de ese que tiene un olor especial, y que está cada vez más en desuso. Y que, ya sea de nuevo en ELLE, o en cualquiera de los medios digitales en los que aparece, llegue pronto, como dice mi amiga María, un nuevo “guardianazo” que degustar.

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

P.D.: hace poco tuve con usted un encuentro un poco más “personal”. Y he de decir que ha sido lo que me ha llevado a escribir esto. Porque me ganó para siempre, de verdad. Y que ya sabe que le debo una (que de momento no podrá ser conseguirle un Shinola, pero todo se andará).

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