ME CAMBIAN LOS GUSTOS

Me cambian los gustos

ME CAMBIAN LOS GUSTOS

Llevo 24 horas oyendo recitales de Jacqueline Du Pré.

No era consciente de lo que me gustaban las obras con un cello como solista.
Mi oído no pasaba de la archiconocida Suite Nº 1 de Bach, cuya copia tengo interpretada por el maestro Pau Casals (uno de los profesores de la señorita Du Pré, por cierto).
Pero ayer, y gracias a un comentario de Karina Sainz Borgo, que me trajo a la mente a esta interprete, estoy oyendo, una tras otra, actuaciones suyas.

¿Sobre cuántas cosas habremos cambiado de opinión con el paso de los años?
Y ya no sólo que según nos hacemos mayores nos gusten las pasas, sino otras muchas sobre las que nuestros gustos o percepciones han cambiado.

Una de ellas, de la que me he dado cuenta durante estos últimos cuatro días que he tenido a bien cogerme para asuntos propios (que no han sido otros que el tener las libertad de haber hecho lo que me ha dado la gana), es que el cine ha pasado a un segundo plano en mi vida.
Aunque con una puntualización. Ha pasado a segundo plano el cine actual. Del clásico sigo devorando horas y horas de metraje.

Antes estaba al día de casi todo lo que se estrenaba. Pero ahora, a duras penas sería capaz de enumerar diez películas que se hayan estrenado en 2021.
Conocía a un número importante de actores, y de muchos de ellos sabía su vida, obra y milagros. A día de hoy sigo conociendo a los mismos que hace 10 años…

¿Por qué?
Probablemente porque las nuevas corrientes sociológicas/ideológicas de la sociedad están tan metidas con calzador en todo, que no tengo intención de ser adoctrinado por una película.

Me gusta aprender de los que saben. Y con todos mis respetos, una película igual no es el medio más adecuado.
Le puedo pedir que me entretenga, que me haga reír o llorar. Que me haga sentir. Pero no que se convierta en mi maestro. Hay otros medios con los que formarme una opinión de la actualidad que me rodea.

Para esto soy tajante además.
Y si no que se lo digan a la televisión en abierto (la cadena que sea), que tras años empeñada en vender mierda, ahora mismo es ese aparato que uso para ver canales temáticos de YouTube.

Me pasó también con las RRSS.
Se convirtieron en un medio de propaganda política. Y yo no las quería para eso. No quería convertirme, con mis publicaciones y reacciones, en un hincha radical –enfrentado al rival– de tipos a los que solo les preocupa su bienestar.
De mi van a tener mi voto, quien se lo merezca, cuando me llamen a ello. Nada más.

”Pues te estás perdiendo muchas cosas por esta postura tuya tan extrema”.
Lo sé, y lo asumo. Es el precio a pagar por conservar la poca salud mental que me queda. Es un bien demasiado preciado, y por desgracia escaso, como para dejar que se extinga por culpa de corrientes de opinión predominantes, empeñadas en decirnos cómo tenemos que actuar.

 

Así que, de momento, prefiero gastar mi tiempo en seguir escuchando recitales de Jacqueline Du Pré (fascinante su vida, por cierto, además de su obra) que en películas que me quieren vender no sé qué nueva corriente ideológica –elegida como tema por el único motivo de que le va a conseguir pingues beneficios a alguien, no os engañéis–, pero que dentro de unos años no serán más que un recuerdo del pasado.

O puede que ni eso, porque una cosa es la fama, y otra muy distinta el prestigio. Que es lo que te hace perdurar en el tiempo, y no se consigue por subirse a un determinado tren, en un determinado momento y de una determinada manera.

Feliz 2022 a todos.

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

 

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