SIEMPRE QUE ABRAS TUS LIBROS VIEJOS DEL COLEGIO

SIEMPRE QUE ABRAS TUS LIBROS VIEJOS DEL COLEGIO

SIEMPRE QUE ABRAS TUS LIBROS VIEJOS DEL COLEGIO

Desde aquella cinta de cassette blanca que trajo mi hermano Mario de extraperlo a casa, y que contenía «Hombres G», hasta «La esquina de Rowland», que llegará a casa D.m. en unos días, muchas cosas han pasado.

Cosas buenas, menos buenas, y regulares, porque así es la vida y ese es su encanto. Y entre las primeras, sin duda, se encontrará el día de hoy. En el que he conocido con cierta cercanía –fuera de backstages en los que yo era uno más de los fans enfervorecidos habituales, o encuentros más o menos fugaces–, a David Summers y su estupenda familia.

Me acaban de preguntar, tras haber publicado la foto del encuentro que con tanto celo había guardado en secreto –porque así me lo pidieron–, cómo había sido la experiencia. Y mi respuesta ha sido:
«No sabría explicar lo que he sentido, porque no tengo claro si sabéis realmente lo que Hombres G significan para mí».
Y es que creo que ni yo mismo soy consciente de lo que significan para mí.

Si la Santísima Trinidad hay que entenderla como un dogma de fe, esto también.
No hay explicación empírica para ello. Me gustan hasta dolerme, y punto. Tanto o más que las croquetas, el Black Label o las mujeres con perlitas.
Y teniendo en cuenta que al no poder tomar lactosa, croquetas pocas. Que el lunes es más que probable que la nutricionista me quite el alcohol. Y las perlitas, dado que llevo prácticamente sin salir de casa año y medio, pues eso… Ellos son, prácticamente, el único destinatario de mis filias.

Son los guardianes de los recuerdos de mi adolescencia, de mi juventud, de mi segunda adolescencia, de mi segunda juventud…
Sus letras guardan todos y cada uno de los recuerdos de las cosas que me han ocurrido en los últimos 40 años.
Sus discos ocupan cada vez más espacio en mi colección. En mis listas de reproducción siguen estando en lugar preferente. Y sus canciones han sonado siempre, y mucho, en todos y cada uno de los sitios en que han tenido a bien llevarme a pinchar.

¿Y por qué cuento todo esto?
Pues para intentar que entendáis, dado que no lo puedo plasmar con palabras, lo que he sentido hoy cuando, a eso de las tres de la tarde, he visto aparecer a Don David Summers por la puerta.
Menos mal que el poderoso sol que nos acompañaba, tiñó de bermellón mi cara. Así pude ocultar el rubor que, sin duda, apareció en mi rostro.

Lo que ha ocurrido en las siguientes horas, permitidme que lo guarde en privado. Entre otras cosas porque no soy quien para contar lo que otros hacen o dicen, sin su permiso. Con exponer mi vida es más que suficiente.
Pero sí me gustaría incidir en una cosa. Qué placer produce ser parte de una tertulia, cuando todos los componentes de la misma aportan algo que hace enriquecer la misma.
Que no se pierda nunca el arte de la conversación, porque da mucho valor a los que la dominan, y enriquece la vida a los que escuchamos con atención.

De nuevo septiembre me ofrece cosas inesperadas, que aunque parezca mentira, me siguen sorprendiendo.
Por algo es el mes que eligieron para nacer Bruce Springsteen, Julio Iglesias, y un humilde servidor de ustedes, Varela, Paty.

 

Besos para ellas y una abrazo para los demás.
Se os quiere y los sabéis.

 

P.D.: no podría acabar este post sin agradecer públicamente a Don José Peláez por haberme sugerido como invitado. Y a Don Guillermo Garabito, y su increíble familia, por haber sido tan buenos anfitriones.
También, y con permiso de Guillermo, me gustaría hacer una mención especial a Andrea. Porque aunque este blog no es el ABC, que no se diga que no te nombran nunca en ninguna columna.

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