Y UN BUEN DÍA LAS PALABRAS LLEGARON

Y UN BUEN DÍA LAS PALABRAS LLEGARON

Y UN BUEN DÍA LAS PALABRAS LLEGARON

Hace un rato tuve una de esas conversaciones improvisadas muy interesantes que a veces da el Whatsapp. De esas que de lo grandes que se hacen, te hacen pensar en lo fácil que hubiese sido haberlo hablado por teléfono –costumbre ésta que se está perdiendo a pasos agigantados, y de la que algún día hablaremos–.

Pero no era de esto de lo que quería hablar, sino de la conversación en sí. Y en la que en un momento dado, me han dicho:
Pues yo estoy con clases de batería. Muy ilusionado.

En ese momento he sabido de qué quería hablar hoy, en este pequeño púlpito que me he inventado con “Diurnidad, nocturnidad y alevosía”
¿Por qué empecé a escribir?

Al pensar en ello he llegado a varias conclusiones. Cada cuál más dispar, e incluso diremos que “dispar-atada”.

La primera, es porque por unos motivos u otros siempre he escrito. Ya fuesen cartas, justificantes de falta de asistencia al colegio (por supuesto, siempre para otros), poemas románticos en la adolescencia, y algunos un poco más picantes… (Matapajas forever!!!), letras de canciones, o simplemente respuestas de exámenes a preguntas sobre las que no tenía ni la más mínima idea, pero que nunca había que dejar en blanco.
No soy ninguna eminencia de la prosa, ni mucho menos del verso –ni creo que haga pretensión de ello–. Pero escribo fácil, entendible, y probablemente con muchos fallos de composición. Pero por lo menos lo hago con ILUSIÓN, y eso es algo que nadie me podrá quitar.

En segundo lugar, porque soy muy dado a meterme en el papel de las ficciones de las muchas películas que he visto durante toda mi vida, y que me han llevado a crear una imagen idealizada de ese escritor delante de su folio, ya fuese exitoso o atormentado –porque no siempre las sensaciones interesantes vienen en momentos felices–. Siempre pensé en por qué no podía ser yo uno de esos (Sueco, quién sabe si algún día tu predicción de que acabaría siendo un escritor en NY, sea cierta).

Me hubiese gustado ser Richard Dreyfuss y escribir “Cuenta conmigo“, para acabarla con esa frase ‘Nunca he vuelto a tener amigos como los que tuve cuando tenía 12 años. Dios mío, los tiene alguien‘. Ser William Miller y redactar para Rolling Stone la gira del 73 de StillWater. Por supuesto, un bucólico James M. Barrie, sentado en cualquier parque de Londres, mientras mi cabeza crea a ese Peter Pan al que tengo mucho cariño (por qué será…). O que demonios, ser Carrie Bradshaw y vivir a todo trapo en la Gran Manzana, con un sueldo de columnista semanal para un diario de tirada casi local.

Y por último, me gusta escribir porque lo hago pensando en vosotros. Cada linea o frase, me trae a la mente a alguien. Y ese es un ejercicio buenísimo para la mente, y mucho mejor para el alma.
La primera vez que escribí lo que luego sería esto, fue una composición a través de mail para relatar a mis amigos que estaban fuera de Valladolid, cómo había amanecido el día en la ciudad que nos vio nacer. A esto se fueron uniendo crónicas de los findes para aquellos que estaban fuera de España, y por lo tanto más desconectados del pulso social; historias más o menos graciosas de avatares de la vida cotidiana, que recuerdo que gustaron mucho y que tengo bastante apartados; y así, poco a poco, llegamos a esto.

Como dice un amigo de mi actividad en redes sociales, “aunque vayas a escribir ‘sí’, no lo haces en menos de 7 líneas”. Y eso se me queda pequeño para contar todas las cosas que tengo en la cabeza y quiero expresar.
Así que este “diario no-secreto” es el siguiente paso de la escalada.

¿Habrá una siguiente meta a la que quiera llegar?
No lo sé. El tiempo lo dirá.

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

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